Travesía y Deporte. Uniforme y Negocio

I Travesía del Minero, Paz del Río, Boyacá (Foto de Adriana Cabrera Velásquez)


Con el furor que ha tomado la práctica del ciclismo en los últimos años ha comenzado a multiplicarse el mercado de travesías para aficionados.

Cada semana llegan a mi correo electrónico y redes sociales anuncios de por lo menos una o dos travesías que prometen desafíos deportivos bajo el toldo de una logística que incluye alimentación, hidratación, asistencia mecánica, carro escoba y ambulancia.

Como la oferta de oportunidades ha crecido, en los últimos meses he meditado mucho sobre los criterios que quiero seguir para escoger en qué eventos participo y cuales dejo pasar de largo.

Una pauta en general es apoyar con mi participación las travesías organizadas por grupos que a su vez han participado en la travesía de mi equipo. Aunque no siempre las circunstancias permiten que yo personalmente participe, sí hacemos el esfuerzo como grupo de tener representación en las jornadas de equipos hermanos que nos apoyan.

Otra pauta que me gusta es participar en travesías de grupos que se lanzan por primera vez a la aventura de organizar estos eventos. Este año mi participación en la Travesía La Diosa de la Bici en Turmequé --Organizada por los Leones MTB de Tunja --, y la Travesía del Minero en Paz del Río --organizada por Los Mineros MTB de ese municipio-- me han brindado la oportunidad de hacer nuevos amigos, conocer nuevas regiones, y enfrentar desafíos ciclísticos enriquecedores.

Últimamente he notado que han comenzado a proliferar travesías organizadas por grandes empresas deportivas, que no solamente se aprovechan de su músculo financiero para ofrecer esta vida y la otra por el costo de la inscripción, sino que además como parte del kit incluyen uniformes de alta gama repletos de publicidad que sirven de gancho para convertir a los participantes en vallas publicitarias. 

Quiero aclarar que no estoy de ninguna manera hablando de los equipos de ciclomontañismo que ofrecen la alterativa de inscribirse "con camiseta," dando la opción al participante de llevarse una casaca recordatoria de su participación en el evento. En esas travesías siempre participaré con gusto. Hablo en cambio de empresas que organizan grandes mega travesías y convierten la adquisición del uniforme de alta gama en una obligación para el ciclista. 

En estos casos la obligación es engañosa, porque si uno tiene poco pensamiento crítico, queda feliz de que prácticamente le regalen la travesía por la compra de un uniforme, pero la verdad es que para la empresa organizadora que uno se ponga ese uniforme, se tome fotos en él y las suba a las redes sociales, o aparezca con el uniforme en televisión nacional -- como en el pasado Giro de Italia cuando Caracol se fue a entrevistar aficionados a la casa de Nairo en Cómbita -- es un negocio redondo. 

En pocas palabras, los participantes de estas mega travesías se convierten en vallas publicitarias de la empresa, que le cobra a cada ciclista por convertirse en su propaganda sin que ellos paguen un peso por esa publicidad ambulante. Es algo así como si Nairo tuviera que pagarle a Movistar para poderse poner la M verde en el pecho. 

El día que me paguen por llevar un uniforme, pensaré en la posibilidad de convertirme en una pancarta viviente.
Mientras tanto seguiré apoyando a los equipos aficionados, que como el mío, organizan eventos con el único fin de invitar a otros ciclistas a conocer la región, a compartir la experiencia de hacer deporte juntos, a estrechar nuestros lazos de amistad y demostrar nuestro amor por la naturaleza. 

Y si esos grupos hermanos ofrecen camiseta recordatoria y el diseño está bacano, la compraré y portaré con gusto.

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