Autocuidado, o Cómo Finalizar una Rodada



Respeta al Ciclista, Firavitoba, Boyacá (Foto de Claudia Lucía Chinome Mesa.)


Una de las cosas que con frecuencia me cuesta trabajo al terminar una jornada de travesía en bici, sobre todo cuando es una de esas de un día entero en la que recorremos más de setenta kilómetros, es precisamente finalizar la jornada de una manera que demuestre consideración y aprecio por el esfuerzo que ha realizado mi cuerpo por varias horas.

No es raro que al llegar a la meta de una travesía organizada, nos reciban de una con el almuerzo, la cerveza, las rifas, la medalla, los agradecimientos, y la despedida para mandarnos luego derechito para la casa. A menos de que la travesía sea local, procedemos entonces a montarnos en el carro o en el bus y recorrer por lo menos un par de horas antes de llegar a nuestro destino: Al llegar tenemos que descargar bicicletas, despedirnos de los compañeros, hacer el recorrido final hasta la casa, sacar la basura, darle de comer a los perros, saludar a la familia, contar historias, y un montón de cosas más antes de finalmente llegar a la ducha, cambiarse de ropa y por fin tener un momento de descanso. Nada de esto tiene que ver mucho con el auto cuidado, y sí tal vez más con un ataque violento a nuestras salud.

Hoy me llegó un artículo de la Revista Bicycling de los Estados Unidos, en el que destacan las cinco cosas que uno nunca debe hacer después de una rodada en bicicleta. De allí se infiere que hacer lo contrario a lo estipulado en el artículo nos ayuda a hacer una transición más amable entre la bici y el resto de nuestras vidas. 

La primera de esas prácticas en nunca acabar una rodada de sopetón en la puerta de la casa, sino por el contrario, rodar ligeramente por unos diez o quince minutos más para ayudarle al cuerpo a hacer una transición más tranquila entre el movimiento y la quietud. 

Con frecuencia mis compañeros me compadecen cuando al terminar una ruta ellos están a tres cuadras de su casa y a mí todavía me quedan cinco kilómetros para llegar a la mía. Yo a su preocupación les contesto con un: "No hay problema, estos kilómetros yo los hago poniendo el piloto automático." Y así es, después de despedirme me voy a un ritmo suave y pausado, sin afán de llegar a mi casa, de manera que cuando llego me siento más relajada y descansada que si llegara directo a mi morada. Los que frecuentamos transmisiones de ciclismo por televisión seguramente hemos visto cómo los ciclistas llegan de una etapa directo a la bici estática a rodar por unos cuantos minutos, evitando la acumulación de ácido láctico en sus músculos. Esto es exactamente lo que yo hago en los cinco kilómetros de enfriamiento camino a mi casa.

Otra práctica, que ya en alguna ocasión habíamos mencionado cuando hablamos del lavado de la ropa de ciclismo, es no sentarse a hacer visita mientras todavía uno se encuentra vistiendo el sudado traje, sancochando bacterias que pueden causarnos luego infecciones o lesiones en la piel. Lo ideal después de una travesía es poderse bañar de inmediato y cambiarse de ropa, pero como eso no es siempre posible, por lo menos llevar una muda limpia para cambiarse en el baño, así nos toque esperar unas horas para poder bañarnos, ayuda montones a evitar ese tipo de problemas.

Saber comer después de una rodada también es importante. Yo por lo menos siempre llego a casa con hambre después de montar bici, y eso tiene el riesgo de querer excederse con banquetes suculentos que no aportan mucho a la recuperación del cuerpo. Poco dulce, poca grasa, carbohidratos y proteínas es lo que generalmente ayuda al cuerpo a una rápida recuperación. Mi receta rápida es un buen pedazo de queso, unas saltinas y un paquete de maní, acompañados de un buen jugo, o un vaso de agua.

Estirar después de una salida, así sea corta, es fundamental, y en travesías organizadas generalmente a mí por lo menos se me olvida en aras de saber a dónde sirven el almuerzo, dónde reclamo mi medalla, o si me gané la rifa. Aprender que ninguna de esas cosas se van a perder si hacemos estiramientos después de la llegada, ayuda a que después no nos sintamos tiesos como un cuero. 

Yo por ejemplo últimamente he optado por quedarme en el garaje estirando antes de entrar a la casa a saludar. Así cuando y estoy "visible," puedo reportar las historias de la salida sin saltarme una parte importante de mi entrenamiento.

Por último, no está de más atender la bici al llegar y dejarla lista para la siguiente rodada. Esto no solamente alarga la vida de nuestro caballito de acero, sino que además reduce la probabilidad de varadas y accidentes en el camino la próxima vez que salgamos a montar.

Así como sabemos que es bueno comenzar a rodar suavecito para adaptarnos a la actividad física antes de pasar al ejercicio exigente, es bueno aprender a hacer una transición suave entre el ejercicio y la quietud, en aras del amor por nosotros mismos, nuestra salud,  y la buena práctica de nuestro deporte.




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