Camino a Arcabuco


Camino a Arcabuco (Foto de Club de Ciclomontañismo Correcaminos Paipa)

Ayer salí con un grupo de unos veinte amigos a montar ida y vuelta de Paipa a Arcabuco en Boyaca.

Muy a las seis de la mañana nos reunimos en el terminal de Paipa para rodar sobre la Autopista Central del Norte por entre la niebla. Doce kilómetros al Sur comenzamos a subir por entre caminos veredales buscando la población de Sotaquirá, famosa por sus deliciosos indios y empedrados sotaquireños, los cuales tienen un lugar especial en la historia culinaria de nuestro país. Sotaquirá también es famosa por ser el único otro Municipio además de Paipa autorizado para producir el verdadero Queso Paipa con denominación de Origen.

Luego de una breve pausa empezamos el duro ascenso por la vereda de Catoba hasta Piedra de Moler y Río de Piedras, por caminos a lo largo de los cuales se despliegan extensos cultivos de papa rodeados por una imponente cadena de montañas aún no intervenidas por la minería, y en donde los campesinos lucen sus ruanas como abrigo y no como memorabilia. 

Después de una hora de soportar la vibración causada por las piedras sueltas, la cuchilla de la montaña nos regresó al pavimento donde nos esperaba un descanso glorioso de ocho kilómetros de descenso hasta nuestro destino. Arcabuco se encuentra entre los cerros de Guadalupe y Monserrate, sobre la carretera que conduce de Tunja a Bucaramanga. Es reconocido por sus amasijos, almojábanas y queso de hoja, y por su riqueza hídrica de ríos, lagunas y quebradas.

Allí desayunamos algunos con cazuela boyacense y otros con mute y jugo de papaya, para luego encontrarnos de nuevo con el pavimento, pero ahora en escalada. Rastreamos nuestros pasos de regreso, y justo cuando habíamos pasado por Sotaquirá, se desgajó un aguacero de esos que ahora se estilan en las tardes, que nos acompañó el resto del camino a casa.

Llegamos a Paipa a eso de las 2:00PM a tomarnos la foto del triunfo en frente del mural que acaban de terminar los muchachos artistas del Municipio en la tapia del cementerio. Si no estuviéramos tan empapados, seguro hubiéramos buscado un lugar para almorzar y hubiéramos brindado con una cerveza antes de despedirnos. 

A mí particularmente el agua, el frío, y el saber que aún me esperaba un recorrido de cinco kilómetros antes de llegar a casa, me hicieron desistir de esa opción. Lo mejor de encontrarse con la lluvia en una travesía es saber que nos espera una ducha caliente y ropa limpia, recibir las fotos de la jornada y tener una oportunidad más para compartir historias de la experiencia.




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