Las Bondades de Montar Sola

Vereda Jazminal, Paipa, Boyacá (Foto de Adriana Cabrera Velásquez)


El fin de semana pasado me alistaba para salir a un recorrido largo con mis amigos Correcaminos, cuando me tocó cambiar de planes a causa de una emergencia odontológica. En vez de subir montañas, tomar fotos y comer queso con bocadillo, me figuró postrarme en la silla del dentista agradecida de que me atendiera rápido para reparar el daño. Con todo y esto, como la cita era al final de la mañana la cicla no me dio espera, y decidí salir de todos modos a un recorrido más corto sin compañía.

Son infinitos los artículos que hablan de las bondades de montar en grupo, y todo lo que dicen es cierto: En grupo se goza más, en grupo se comparten experiencias, en grupo uno se exige más, y en grupo uno se proteje más de accidentes, baradas en el camino, y robos. 

Estas tres últimas son razones especialmente importantes para las mujeres ciclistas acostumbradas a tener un Don Juan que nos salve de accidentes o nos auxilie si los tenemos, mujeres que por lo general solemos salir sin herramienta y si la llevamos no la sabemos manejar y por lo tanto solemos depender de nuestros edecanes para resolver estos percances, y que, por lo menos en nuestra conciencia colectiva, cuando vamos solas somos más vulnerables a los ataques y robos.

Con todo y esto, ese día salí sola a montar por una ruta corta pero difícil, teniendo cuidado de llevar mi herramienta por si me baraba, mi celular por si me accidentaba, y a Dios conmigo por si me encontraba con alguien que me quisiera robar la bici.

Aquí estoy días después para dar fe de que no me pasó nada. Por el contrario, salir sola me permitió sentir un aire de libertad al saber que iba a mi ritmo y no tenía ni que esperar ni que alcanzar a nadie. Decidir mi ruta sin tener que consultar también fue maravilloso, y poseer la certeza de tener las herramientas, físicas y mentales, para sortear cualquier percance con la bicicleta, me animó a querer aprender más de mecánica, a meterle más la mano al mantenimiento de mi bici, y a no tenerle miedo a bararme.

Todavía me agrada muchísimo salir en grupo, pero después de esta experiencia sé que si las circunstancias no permiten que salga a montar con mis amigos, no tengo que quedarme en casa mirando por la ventana.  Con tal de que haya un polo a tierra, es decir, alguien que sepa a dónde estoy y para donde voy, y pueda venir a auxiliarme en caso de una emergencia, lo que restan son caminos.

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