¿Y por qué no competir?

SegundaVálida del Terror, Espartanos MTB Paipa (Foto por cortesía de espartanos MTB Paipa)


Nunca me había interesado practicar el ciclomontañismo como competencia. Ya hace un par de años que salgo disciplinadamente a montar por lo menos tres veces a la semana, y cada vez le pierdo más el miedo a las alta pendientes, a las travesías largas, al barro, y las piedras sueltas. Este año he progresado bastante en rutas técnicas, y de tenerles pánico, he pasado a disfrutarlas. La satisfacción de sobrepasar obstáculos naturales con mi bicicleta es indescriptible y por eso no sentía que fuera necesaria la competencia con nadie que no fuera yo misma.

Alguna vez una amiga con la que practiqué esgrima en la universidad, y que ahora es entrenadora de equipos de nacionales de este deporte, me preguntó por Facebook si había pensado en practicar el ciclomontañismo de forma competitiva. Creo que no le contesté, pero en mi mente pensé que estaba loca, que mis épocas universitarias de deporte competitivo eran cosa del pasado, y que ahora lo único que me interesaba era compartir con mis amigos y disfrutar de la naturaleza. Hasta ayer.

A mis amigos Espartanos MTB se les ocurrió organizar una competencia de integración con motivo del día de las brujas, a la que llamaron La Válida del Terror. La carrera consistía en  una ruta técnica que me recordó los pasados Panamericanos de Ciclomontañismo acá en Paipa. Acepté, porque he tenido una magnífica experiencia en todos los eventos que ellos han organizado antes, por la amistad que nos une, y porque en un curso por internet que estoy tomando por estos días mi profe nos dijo:  

Si quieres aprender cosas nuevas, debes ponerte en espacios que te generen experiencias nuevas. Si sigues haciendo las cosas igual que siempre nunca aprenderás nada. 

Así las cosas llegué al sitio de encuentro y competí. Como sucede con frecuencia, la convocatoria tuvo poca respuesta por parte de las mujeres. Nos presentamos cinco guerreras a quienes les mando un saludo fraterno y mi gran admiración, pues recorrer ese circuito de dos kilómetros y medio, que le hacía honor al nombre del evento, es un logro del que cualquier persona debe sentirse orgullosa.

Pero competir lleva las expectativas y los niveles de esfuerzo a esferas inesperadas. No sólo había que recorrer el circuito. Había que hacerlo dos veces y al máximo de nuestras habilidades. Hace rato no me sentía tan falta de alientos y aún así con ganas de sacar fuerzas de donde no las hay para sobrepasar a mis contrincantes y llegar primero a la meta. La competencia fue limpia y leal, y todas llegamos felices de compartir la experiencia. 

En estos días de implementación de los acuerdos de paz, en donde vemos ejemplos de competencia saturados de corrupción y juego sucio, y en donde la cooperación se presenta como la solución optima para sanar las divisiones, la Segunda Válida del Terror me recordó que lo malo no es competir, sino hacerlo sin ética.

Seguiré recorriendo las veredas con mi bici en compañía de mis amigos, y cuando la oportunidad se vuelva a presentar, volveré a competir con juego limpio, como la noche compite con el día para permitirle el paso a las estrellas.

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