!Ni un Pedalazo Más!




Basílica Menor de Nuestra Señora de Monguí, Monguí Boyacá (Foto de Adriana Cabrera Velásquez)

El sábado pasado salí con mis Correcaminos a un recorrido de 90 kilómetros desde la vereda Caños en Paipa hasta la hermosa población de Monguí, legendaria por sus excelentes balones de fútbol, y que hasta hace unos años era fabricante exclusivo de los esféricos de la Selección Colombia, que ahora tristemente utiliza balones adidas de fabricación China.

Este pueblo colonial, recordado por ser lugar de grabación de importantes escenas de Los Pecados de Inés de Hinojosa en el Puente Real de Calicanto, fue para mí recordatorio de que parte de una buena práctica ciclística incluye no practicar.


Los noventa kilómetros en mención venían después de dos semanas de hacer travesías largas: Una a Gámbita (123k,) y otra a Playa Blanca (115k,) entre las cuales había incrustado las rutinarias salidas entre semana de 30 kilómetros en promedio. 


Ya en días pasados había comenzado a sentir la fatiga corporal en cosas como quedarme del grupo en el que por lo general puedo rodar sin problema, sentir que subía al Everest en cuestas que comúnmente me parecen fáciles, o estar muy cansada pero tener dificultad de conciliar el sueño en la noche.


Gámbita y Playa Blanca habían sido retos para medir qué tanto había mejorado desde que hice esos recorridos el año pasado. A Monguí, sin embargo, nunca había llegado montada en una cicla. 


No sé si es adicción a los paisajes boyacenses y ganas de no perderse ni uno, o ganas de evitar sentirse excluido por no estar en las fotos cuando los compañeros publiquen sus aventuras en facebook, o ganas de no perder la oportunidad de sumar kilometraje en la tabla de excel donde tabulo todas mis salidas, o el consabido orgullo propio que incluye todas las anteriores. 


El caso es que ante la oportunidad de participar de una experiencia más, me negué a escuchar las señales de mi cuerpo que pedían un tris de recreo, incluyendo el dolor de garganta con el que amanecí el día de la jornada y que disipé con un acetaminofén para no quedar mal ante los compañeros que me esperaban.


Llegué muy a las seis de la mañana al punto de encuentro y, aunque las señales de fatiga estuvieron presentes en todo el recorrido, mi cuerpo fue noble, y me dejó ir, volver y hasta salir sonriente en las fotos complaciendo mis caprichos ciclísticos hasta llegar a la entrada de mi casa. 


Y apenas atravesé el umbral de mi puerta el cuerpo dijo: ¡No más! y caí por tres días enferma en cama.




Comentarios

Entradas populares