Pedaleando por Una Noble Causa

Primer Refrigerio, Alto de Cuche, Santa Rosa de Viterbo (Foto de Adriana Cabrera Velásquez)


Aunque en términos generales no son eventos competitivos, hay algo en el reto que imponen las travesías que no se logra cuando uno pedalea regularmente con sus amigos. Por una parte, toda la parafernalia: número, manilla, fotos, locutores, música, carro escoba, ambulancia, acompañamiento de la policía, y sobre todo estar pedaleando con gente en su mayoría desconocida, produce una adrenalina que lo hace a uno exigirse más de lo corriente. Las rutas por lo general están también diseñadas para ser exigentes, aunque a veces a algunos organizadores se les va la mano y se pasan de exigentes a imposibles.

Todo eso es muy bonito y es parte de lo que lo mantiene a uno pedaleando cada día. Ayer, sin embargo, participé con mis compañeras del Costurero en una travesía con un ingrediente único, que la hizo aún más especial que cualquier otra en la que haya participado antes.

Vive la Travesía y Pedalea por Una Noble Causa fue una iniciativa de María Angélica Lozano, madre cabeza de hogar, cuyo hijo Daniel Fernando, de ocho años de edad, tiene una parálisis cerebral que requiere de costosos tratamientos y cuidados. Cualquiera que haya tenido un miembro en su familia con una enfermedad de alto costo sabe que en estos casos no hay plata que alcance, mucho más si la persona que provee en una mujer cabeza de familia. Son innumerables las historias de mujeres cabeza de hogar que trabajan de sol a sombra, y además se inventan tamaladas, gallinadas, rifas, lo que sea, para poder alcanzar a reunir el dinero para responder por los gastos de su familia.

En esta época en la que el ciclismo está de moda, y en la que día a día Boyacá toma protagonismo por sus múltiples exponentes de este deporte, sobresale la genialidad de la Sra. Lozano, quien nos brindó un motivo para pedalear aún más estimulante que conocer nuevos rumbos y conquistar nuevas metas: Ayudarle a su hijo con los tratamientos necesarios para garantizar su bienestar.

La travesía comenzó en Juanca Punta de Anca, restaurante de carnes en Sogamoso, a cuyo dueño puedo decirle que iré y recomendaré su establecimiento cada vez que tenga oportunidad de hacerlo, pues aunque no haya probado sus platos, el sólo hecho de haber respaldado esta iniciativa dice más del carácter de su negocio que cualquier degustación culinaria.

Nos dirigimos hacia Nobsa y después de unos cuantos kilómetros comenzamos a subir al Alto de Cuche, en Santa Rosa de Viterbo. Allí me enteré que no era difícil hacer uno de mis sueños realidad, pues ya puedo ir a montar en parapente  en Barlovento, a sólo cuarenta y cinco minutos de mi casa. Fue hermoso coronar la cima y recibir el primer refrigerio al tiempo que nos deleitábamos con la aventura de ver los parapentes emprender vuelo.

Seguimos luego por entre las veredas de los municipios de Tobasía y Floresta, hasta llegar a Busbanzá, donde el Alcalde nos recibió con unas deliciosas mogollas acabadas de sacar del horno. Seguimos de allí, ya por pavimento, hacia Corrales y luego a la Finca La Sildana, de nuevo en Sogamoso, donde nos recibieron con una excelente demostración de trial urbano, un delicioso almuerzo, una medalla bien merecida, y muchas rifas.

María Angélica Lozano nos dio la bienvenida en el punto de partida saludando uno a uno a todos los ciclistas,  nos acompañó en carro durante todo el recorrido, y nos recibió acompañada de Daniel Fernando a la llegada, haciéndonos sentir muy cerca de la causa. Los miles, y sobre todo las cientos de ciclistas de Sogamoso, Duitama, Paipa y sus alrededores que brillaron por su ausencia se perdieron de una oportunidad única para darle un sentido diferente a su práctica de este deporte.

Aquellos que sí participamos nos sentimos tan conmovidos e inspirados que terminamos el día sintiéndonos mejores personas, y no vemos la hora de re-encontrarnos para la del año entrante.

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